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Lunes, 30 de mayo 2022, 00:12
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La peor de las pesadillas se hizo realidad con toda su crudeza en Santo Domingo. Ni siquiera hubiera necesitado ganar para lograr volver a Primera por la vía rápida porque el empate le habría servido para superar al Almería y acompañar al Valladolid en el trayecto, pero ni eso fue capaz de hacer el Eibar, que, preso de un ataque de nervios por las noticias que le iban llegando desde otros campos, acabó sucumbiendo de la peor forma posible, con un gol de un colista desahuciado desde hace meses al filo del final del choque.
Todo un mazazo que condena al Eibar a jugarse la última plaza que queda vacante en un playoff de ascenso que le enfrentará al Girona en una primera eliminatoria a doble partido que tendrá lugar el jueves en Motilivi a las 19.00 horas, mientras que la vuelta se llevará a cabo en Ipurua el domingo, a las 21.00.
Y en el mejor de los casos, la escuadra azulgrana aún tendría que disputar otra eliminatoria más, a disputar entre el sábado 11y el domingo 19 de junio. Una lotería en la que el club armero no tenía previsto participar y a la que llega ahora sin apenas gasolina en el depósito y con la moral rota por una jornada final en la que no dio la talla pese a contar con el incondicional apoyo de sus seguidores.
Un desenlace que ninguno de los más de medio millar de aficionados que acompañaron al equipo hasta Alcorcón podía imaginar antes de partir a primera hora de la mañana, pero que todos se fueron oliendo conforme pasaban los minutos y veían cómo los nervios se iban apoderando de los jugadores hasta atenazarles por completo sin que ni Garitano ni nadie de los presentes en el césped pudieran poner remedio.
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Las lágrimas de los azulgranas no acallaron la rabia que sintió la hinchada eibarresa al ver cómo su equipo dilapidaba de manera tan incomprensible un logro que tenía al alcance de la mano. Porque aunque el miedo y la falta de intensidad les impedía superar a un rival alfarero que llegaba al área armera casi sin esfuerzo, con aguantar el empate a cero que campeó en el marcador hasta el último suspiro les habría bastado para festejar el ascenso gracias al golaverage favorable con un Almería que a duras penas logró amarrar el empate en Butarque. Y mientras tanto, el Valladolid, que no había catado el liderato en todo el campeonato, ya vibraba con sus celebraciones convertido en campeón de la categoría.
El cuerpo técnico encabezado por un Garitano que había insistido en varias ocasiones en que no le importaba lo que hicieran el resto de los equipos tenía los ojos y los oídos pegados al móvil que portaba Patxi Ferreira, donde seguían con congoja lo que estaba sucediendo en Leganés. Y en realidad el de Derio tenía razón, porque lo relevante era lo que pasaba en Santo Domingo.
Y entonces llegó el fatídico minuto 91. Aterrorizados y tambaleándose en el campo, los armeros, que apenas habían mostrado capacidad alguna para que ni siquiera Stoichkov pudiera concretar alguna de las escasas opciones que fabricaron, dejaron vía libre para que el Alcorcón llegara a su terreno y, cuando Zarfino le ganó la partida a Arbilla para rematar el centro desde la derecha de Hugo Fraile, el corazón de todos los eibarreses se congeló al instante.
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La desolación se apoderó de las dos gradas teñidas de azulgrana, sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo, porque aunque aún quedaban unos pocos minutos para tratar de buscar el empate que les devolviera a la vida, el Eibar era ya en un cadáver andante
La tardía reacción, con la entrada de un Blanco-Leschuk que llegó a tener el empate en su cabeza nada más salir, no evitó el desastre más absoluto posible. El balón que se coló ajustado al palo derecho de Cantero transformó el sueño en una pesadilla que aún puede ser más terrorífica, puesto que afrontar dos eliminatorias a doble partido con el alma destrozada no invita precisamente al optimismo, y menos, cuando con todo a su favor, no fue capaz de conseguirlo en casa del peor equipo de la categoría.
Paralizados han quedado también los actos de celebración que estaban previstos para hoy en la localidad armera, que se apresta a sufrir ahora otras dos semanas tortuosas, con las esperanzas menguadas y el corazón trasquilado.
Al menos, por aportar algún dato que permita recuperar la esperanza, el Girona, el rival a superar en la primera ronda de la promoción, ha sido en los últimos años la víctima propiciatoria de los armeros, tanto en Primera como en el presente curso. Urge una terapia de choque para sanar la moral.
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